"El principal rival que tiene uno mismo, lo encuentra en el espejo".
Existen innumerables casos de superación personal, en el que nos maravillamos con el cambio que el esfuerzo, el tesón y la obsecuencia logran dar un cambio radical en la vida de una persona.
Que podemos pensar de quien nace en un continente que muestra al mundo un porcentaje impresionante de gente viviendo en condiciones muy dificiles, como lo es sin duda el continente africano.
Si aparte vive en un país al cual, los gobiernos de turno, los han empobrecido año tras año, hasta llevarlo a su realidad actual como lo es Uganda.
Que pensar si reside en una de las ciudades más pobres de ese país como es Kampala y aún además en uno de sus barrios más marginados: Katwe.
Estas primeras impresiones nos llevarían a pensar en alguien al cual su futuro le dista presentarse como alentador.
Y si luego conocemos que su padre falleció de sida (como tantos en ese país) cuando solo contaba con tres años, y al poco tiempo de esto su hermana mayor también fallece (muy probablemente de malaria), las perspectivas suenan aún más sombrías.
Si algo falta decir, o agregar, el nacer mujer en determinados países no es precisamente una ventaja y esta persona a la que hacemos referencia bien sabe de esto.
La calle la veía dormir noche tras noche, la comida era el fin para lo cual su energía se ponía de manifiesto día tras día.
Y si toda causa trae una consecuencia, que puede ser el resultado de todo esto?
Una frutilla más a la torta: analfabeta.
Pero un día a Phiona Mutesi, se le cruzó en su vida un misionero que le ofreció un plato de comida diario, pero que iba a tener un costo: debía tomar una clase de ajedrez a cambio de su plato de alimento.
Lo primero que pensó esta niña africana fue: "los vi jugar estaban felices y emocionados y yo también quería ser feliz".
Y así fue como su vida comenzó a dar un vuelco.
De inmediato se le vieron condiciones importantes para el juego y al competir con los más avanzados sacaba a relucir un fuerza,entrega y resistencia admirables, buscando estrategias para sobrevivir en la partida, como tantas veces lo habría hecho en su duro y diario vivir.
Corría todos los días 6,5 kilómetros de las chozas al lugar donde Katende (de alguna manera su mentor) tenía sólo siete tableros de ajedrez con algunas piezas faltantes reemplazadas por trozos de escombros.
El tiempo fue pasando, Phiona fue creciendo y ahora, aún siendo adolescente, ya ha viajado por Sudán, Turquía, Siberia, Estados Unidos, y hasta ha llevado su ajedrez a la última Olímpiada defendiendo sus colores patrios.
Millones de personas en el universo desperdician oportunidades. Los padres dispuestos a pagar por una educación, pero los agraciados viven perdidos y sin un rumbo claro entre tanta tentación que se les ofrece. No sería mundo sin aquellos que en un parpadeo descienden de la cima para hundirse en un foso.
Aún teniéndolo todo para triunfar.
Phiona aprendió ajedrez en un intercambio por comida porque de lo contrario estaba condenada a lo peor en Katwe, Uganda.
La sabia naturaleza dista mucho de hacer disparates.
Tampoco se detiene en etiquetar a nadie como ganador o perdedor.
Nacemos y punto.
Cada cual decide si ganará o perderá en la vida.
Ahora Disney planea hacer una película con la vida de esta heroína de los tiempos modernos....
Aplausos.
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