¿De qué forma llegaste a La Proa?
Yo empecé a compartir las tardes de ajedrez de los sábados con gurises allá por el 2002. Mi amigo Víctor Rodríguez Farías preparaba un grupo de niños en el Club Progreso de La Teja. Él me invitó para -según sus propias palabras- "ponerles un cable a tierra" ya que él siempre se caracterizó por tener un juego de ataque, romántico, con gran afinidad por la táctica. Me pidió si yo podía transmitirles a los gurises algunos conceptos posicionales. Fue una oportunidad para empezar mi actividad "docente" Así empecé a ir los sábados a estudiar con ellos, básicamente finales. Me recibieron con los brazos abiertos. Luego Víctor se alejó de Progreso y yo sin quererlo, quedé solo a cargo del grupo. De acuerdo con las autoridades del Club decidimos que yo seguiría con los gurises. Siempre que puedo vuelvo a agradecer a Víctor y a la gente de Progreso por abrirme las puertas y confiar en que yo podría ayudar en algo. Gracias a esa confianza pude mantenerme en esta actividad que me gusta tanto. Por unos cuantos hermosos años fui a La Teja casi todos los sábados. Allí, viendo a personas exepcionales como Gustavo Sancristóbal entendí que cualquier esfuerzo por ayudar y alegrar a esos gurises era poco. En Progreso conocí una cantidad de gurises que hoy ya son adolescentes y adultos: Leonel Ballestra, Matías Benítez, Martín Sancristóbal, Nahuel González, Leticia Vilariño, Luis Sanguinetti, Gonzalo Muniz, Federico López Costa, Mathías Esteban, Federico Gende, Marcelo Batuecas, Guillermo Senna, Alejandro Barbero, Oscar Burgos, Guillermo Sena y muchos más. De todos ellos y de sus familias sólo tengo hermosos recuerdos. Por razones ajenas al deseo de los que concurríamos, Progreso fue mermando su actividad. Cuando ésta cesó yo conversé con Miguel Llabrés y le ofrecí dar una mano en La Proa. Si mal no recuerdo así llegué al Club. Empecé con un grupo de adolescentes donde estaban Manuel González, Agustín Dos Santos, Martín Gómez, Gabriel y Diego Silva, entre otros. Comenzamos a trabajar en la comprensión y evaluación de las posiciones. Primero en forma genérica y después trabajamos con posiciones concretas de medio juego. Hicimos una primera experiencia "de prueba" porque entiendo que siempre las autoridades deben evaluar a las personas que trabajan con niños y así retomé la linda rutina de compartir tardes de sábado con gurises, esta vez en el Club La Aldea.
Ruben Hipogrosso en la ronda inicial del clasificatorio para los Juegos Escolares 2009, en el Club Español. |
Actualmente estudiamos con adolescentes y preadolescentes. Últimamente, al grupo se han agregado gurises más chicos en edad pero que su nivel les permite compartir lo que vemos con los más grandes. No conozco realmente sus motivaciones, pero todos demuestran interés por aprender y mejorar, más allá de los resultados inmediatos que obtengan. Las distintas edades también influyen. Los más grandes son más competitivos. Algunos se preocupan mucho por el Elo, lo cual no debería ser así, pero hay que entender que ese sistema de valoración es un motor importante para que los más chicos (y también los grandes) quieran mejorar. Otros se preparan concretamente para algún torneo, fundamentalmente los de categorías. Finalmente, hay otros que concurren casi todo el año de forma regular y es en ellos donde se ve el mayor progreso. En los últimos meses han llegado también varios adultos y se ha formado un grupo bastante heterogéneo pero muy fermental, con comentarios e ideas muy dispares. Es curioso, pero a pesar de que los adultos pueden a veces "ver" más jugadas, los más chicos son los más técnicos en sus intervenciones. Mi impresión es que los aficionados adultos que se acercan se dan cuenta de que el ajedrez es mucho más de lo que ellos creían y lo ven cuando oyen los comentarios de los niños. Los niños "hablan" en un lenguaje ajedrecístico que asombra a los aficionados adultos.
¿Disfrutás enseñar?
Claro que lo disfruto. Yo creo que no hay nada más lindo que poder compartir, y especialmente con los gurises. Trato de transmitirles lo poco que sé porque creo que el conocimiento debe compartirse en cualquier ámbito y no ocultarse. Estoy profundamente convencido de que el conocimiento hace más libre a las personas, al ofrecer más opciones de elección, y quien es más libre está más cerca de poder ser feliz. Los sábados recargo las pilas con el contacto con los gurises. Después del trabajo de la semana es como respirar oxígeno puro. Me divierto y hago lo posible para que ellos la pasen bien y puedan llevarse algo de ajedrez en sus cabezas. Es muy gratificante trabajar con niños. Dan mucho y no piden nada. Son cariñosos y agradecidos, ¿qué más se puede pedir? Cuando algún sábado no nos vemos, parece que la semana se hace larguísima.
Hipogrosso en sus primeras clases, en el verano de 2009, cuando La Proa tenía su sede en la calle Gauna. |
Disfruto la compañía de los gurises. Disfruto las miradas cómplices cuando en una partida se dan cuenta que pueden aplicar algo que vimos. Tengo muchos defectos y uno de ellos es que soy bastante narcisista y me gusta cuando alguno de ellos dice que aprendió algo conmigo. Pero fundamentalmente me divierto con sus ocurrencias y su buena onda.
¿Y a los adultos?
En el trato con adultos creo tener más experiencia ya que fui docente de la facultad durante varios años y eso me ha dado la posibilidad de interactuar con gente de esa edad.
Yo no creo que dé clases de ajedrez. Simplemente comparto algún tema o alguna partida con ellos. De hecho, hay muchos que podrían darme clases a mí. Los adultos son mucho más competitivos que los niños. Sobre todo los jugadores más avanzados. Con ellos los temas son más técnicos y el trabajo es más serio y profundo. En estos casos tengo que esforzarme por no equivocarme y tratar de "ver" qué es lo que les interesa. Son más demandantes que los niños. Implican un desafío interesante para mí, aunque creo que solo puedo ayudar a los aficionados.
¿Desde qué momento sos árbitro?
No recuerdo exactamente la fecha, a pesar de tener los títulos. Pero creo que fui árbitro nacional en 2004 y árbitro FIDE en 2008.
¿Por qué quisiste ser árbitro?
Yo creo que, como en la mayoría de las cosas que abordo, fue por pura curiosidad. Me gustaba la idea de conocer el reglamento en profundidad y eventualmente dirigir algún torneo. Pero si le preguntan a mi hija, que es psicóloga, seguramente diría que eso se corresponde con mi perfil psicológico obsesivo y controlador. Lo cual es absolutamente cierto.
¿Te hubiera gustado ser un gran maestro de ajedrez?
Claro. ¿A qué ajedrecista no le hubiera gustado? Pero más allá de la convicción que tengo de que no poseo condiciones para haberlo logrado, de lo que sí estoy seguro es que lo que realmente me gusta es el desafío intelectual que plantea el juego mucho más allá de cualquier título o de cualquier logro competitivo.
¿Sentís que hay alguna relación entre la tarea de ser árbitro y la de enseñar ajedrez?
No creo que haya relación directa. Siempre la mayor amplitud de perspectiva ayuda cuando se quiere transmitir algo. El hecho de ser árbitro me permite ampliar las posibilidades de explicar por el reglamento a los gurises que van a competir, o de interpretar situaciones donde se repiten posiciones, por ejemplo.
¿En qué lugares, además de La Proa, has dado clases?
Yo empecé en Progreso en 2002. Al principio tenía un grupo de adolescentes, pero cuando veíamos algo en el tablero mural se arrimaba mucha gente, incluídos los adultos. Eran verdaderos talleres. Opinaban jugadores mucho más fuertes que yo y terminábamos con variantes muy complejas y “finalitos” muy técnicos. Los adultos que no habían recibido clases de chicos tenían más experiencia sobre el tablero pero los niños, a medida que aprendían, se hacían más técnicos y terminaban ganándoles. Eran grupos bárbaros. Siempre destaco que a pesar de venir de un contexto socio-económico difícil nunca se escuchaba una mala palabra, nunca había un problema serio. Algunos de ellos comían en comedores durante la semana. En el fin de semana los comedores cerraban y la gente del Club les preparaba algo de comer y un vaso de leche. Sin embargo, esos mismos gurises, cuando llegaban con un paquete de galletas, acaso si comían una porque todas las demás las repartían invitando a los demás. Vaya mi recuerdo como reconocimiento para Gustavo, Roberto, el Tono y el recientemente fallecido Roberto Ruiz Díaz.
Hablame de los viajes que hiciste al exterior como entrenador de selecciones uruguayas.
Tuve el privilegio de viajar a los Juegos Sudamericanos Escolares como entrenador del equipo uruguayo Sub 14 en tres oportunidades. Creo que hay que aclarar que en estos juegos se viaja integrando una delegación multitudinaria. Bajo la dirección del Ministerio de Deportes, y todos los integrantes vestidos de la misma forma, viajan como una delegación olímpica y luego conviven como tal. Es una experiencia formidable, tanto para niños como adultos. Uruguay compite en fútbol, basketball, handball, tenis de mesa, natación, vóleibol y ajedrez. El objetivo de estos juegos es la confraternización y el intercambio cultural por encima de los logros deportivos, aunque últimamente, por lo menos a nivel ajedrecístico, el nivel es el de un sudamericano Sub 14. La primera vez que me nominaron fue en el año 2003 para ir a Lima, Perú. Lamentablemente, a último momento se suspendió el evento y nos quedamos sin ir. Recuerdo que sentí una enorme tristeza. No lo podía creer. Cuando me mandaron el mail del Ministerio no sabía qué hacer. ¿Cómo se los iba a decir? Todos teníamos una gran ilusión por viajar. Además, los niños que no viajaron ese año se pasaron de edad y no pudieron ir después. Así, y después de haber hecho algunas sesiones de entrenamiento, Leticia Donatti de Mercedes, Florencia Osorio de Progreso, Matías Benítez también de Progreso, Matías Silveira de Fray Bentos y yo nos quedamos sin viaje. A pesar de no haber ido a Perú, mantengo con ellos una gran amistad después de todos estos años. La primera vez que viajé fue a Sucre, Bloivia, al año siguiente, en 2004. Fui con Camila Colombo, Sofía Donatti, Luis Sanguinetti y Agustín González de Paysandú. Fue una experiencia increíble. Sofía era escolar y era la primera vez que viajaba sin los padres. Nunca había subido a un avión, al igual que Luis y Agustín. Era una responsabilidad gigantesca. Nunca voy a olvidarme de las caras de los tres cuando despegó el avión. Recuerdo que Camila parecía una "veterana" con respecto a todos nosotros. Nos enseñaba qué era lo que había que hacer en los aeropuertos. La relación con los gurises fue maravillosa. A Luis y a Camila los veo frecuentemente. A Agustín lo veo muy poco pero cada vez que nos vemos nos acordamos de alguna anécdota. Como cuando se encuentran dos viejos amigos que hace mucho no se ven. En 2007, nuevamente la Federación me distingue con la nominación para ir a La Serena, Chile. Esa vez viajaron conmigo Sofía Donatti (otra vez), Lucrecia Vespa, también de Mercedes, Rodrigo Ibañez y Matías Michailov. ¡Cuarenta y seis horas en ómnibus! Pero también se formó un grupo fenomenal. Tantas horas dieron lugar a situaciones muy divertidas y comparto con ellos momentos inolvidables. En 2009 vuelvo a viajar, esta vez a Loja, Ecuador. Voy con Lucía Barrotti, Gabriela Lima, Matías Michailov (otra vez) y Matías Laenen, también de Paysandú. Recuerdo que su abuela habló conmigo y me dijo: “Cuídelo bien que es el ‘tesorito’ de la casa”. Esto da una idea de la responsabilidad que genera este tipo de viajes. Este, quizás, haya sido el grupo más heterogéneo. A Gabriela ya la conocía de La Proa, a Matías Michailov del viaje a Chile, al "manzana" de los torneos de categorías, pero a Lucía Barrotti no la conocíamos en absoluto. Había clasificado por la eliminación de Verónica de León del torneo clasificatorio por ser escolar y no liceal, como se exigía entonces. De cualquier manera, pasamos una semana bárbara. Yo he disfrutado enormemente todos esos viajes a pesar de la responsabilidad que implica estar a cargo de cuatro adolescentes en un país extraño. Más aún cuando dos de ellos son niñas. Creo que el ser padre de una mujer me ha ayudado mucho en ese sentido. Conservo los mejores recuerdos de todos y de cada uno de ellos en cada uno de los viajes, pero quizás sea bueno escuchar qué cuentan ellos. Estoy seguro de que a pesar del paso de los años siguen vivos en cada uno de nosotros todos los momentos que compartimos. Yo siento que con cada uno somos y seremos "eternos compinches" del tablero. Y solo puedo darles las gracias por ello.
*Esta entrevista formó parte del primer número de la revista mensual de La Proa, Proajedrez, publicada a principios de setiembre. En breve brindaremos más datos sobre este proyecto.
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